Valientes y valiosos

31.5.09

Toletum, Toldoth, Tulaytulah.


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Este fin de semana he podido vivir la magia medieval de unas callecitas estrechas y desniveladas, la belleza de la ciudad que albergó tres culturas, la historia que centellea en cada una de sus piedras. Toledo, custodiada por el Tajo, es una ciudad para perderse y que da de sí para más de un fin de semana. Desafortunadamente no dispusimos de tanto tiempo, pero aún así atravesamos la ciudad en un día inolvidable (para la memoria... y para las piernas. ¡¡La palabra cuesta se acuñó en Toledo!!).

Empezamos el recorrido desde el Alcázar, dejamos el coche aparcado por allí para dar una vuelta de reconocimiento. Llegamos a la calle de Cervantes y de ahí, dejando (de momento) atrás el museo de Santa Cruz, pasamos por el Arco de la Sangre para llegar a la plaza de Zocodóver, (el mercado de las bestias, pues era dónde los musulmanes tenían su punto comercial).


Subimos y bajamos por la calle del Comercio hasta llegar a la catedral, una pieza gótica muy interesante (7€ la entrada, gratuita los domingos, no accedimos). Buscando la oficina de turismo nos dimos una pequeña vuelta arriba y abajo por el lado noroeste, pasando por el Archivo de Toledo un par de veces y encontrando así, de rebote, una instalación / exposición de arte contemporáneo (Desconocido nº1, por J. Izquierdo). La palabra que me viene a la mente es impactante, aunque quizá no por los motivos que el artista desearía. Un espacio vacío recubierto de mantas térmicas aislantes que oscilan y sisean gracias a unos ventiladores ocultos no me recuerda precisamente al Apocalipsis. No obstante, si éstas construcciones son consideradas el legado artístico de nuestra época, quizá estemos más cerca del fin del mundo de lo que yo creía.
Una vez en la oficina de turismo, y obtenido el correspondiente mapa, nos informaron que el Alcázar y la casa-museo del Greco estaban cerrados por obras. Pues vaya...
Volvimos al coche, ya dispuestos a registrarnos en el hotel que reservamos, a 3 kilómetros de la ciudad, en la colina de los Cigarrales, para tener las mejores vistas.
Las fotitos del alojamiento:

Y desde nuestra habitación:

Después de instalarnos, cogimos un taxi desde el hotel hasta la plaza de Zocodóver (ir en coche por Toledo es desaconsejable, apenas hay sitio para aparcar y los párkings de pago son una sangría). Comimos tranquilamente, y luego atravesamos el Arco de la Sangre para adentrarnos en el museo de Santa Cruz - primer edificio renacentista de fachada plateresca, cuyo patio y escalera son obra de Covarrubias.


El edificio en sí, con su claustro y sus artesonados mudéjares, es fabuloso, pero además albergaba una exposición sobre nuestra historia en el siglo XIX, titulada "España 1808 -1814. De súbditos a ciudadanos", en la que se han reunido no sólo cuadros de personajes de la época y alguna obra de Goya, sino que sobre todo habla de la cultura y la sociedad en los años de ocupación de Napoleón. Vimos el trabuco atribuido a el Empecinado, la carroza del marqués de Cubas, ropajes y armas de la época, pero lo que más me llamó la atención fue una cúpula instalada en cuya bóveda se proyectaba un documental multimedia sobre el tema. Supongo que era interesante, aunque he de decir que un señor allí acomodado se echó una pequeña siesta - aire acondicionado fresquito contra con los treintaypico grados centigrados de afuera, luz celeste tenue, la voz de la locutora arrullándole; entendemos que el sueño le venciera.

Cuando nos alejamos del siglo XIX, buscamos la puerta del Sol, construida por los caballeros hospitalarios, datada en el siglo XIV.



Vimos la iglesia de Santiago del Arrabal engalanada porque eran las fiestas de Nuestra Señora.
Al parecer todo el mundo anda en fiestas, Barcelona, Getafe, Toledo, mi barrio...


En fin. Desde allí nos dirigimos a la famosa Puerta de la Bisagra, quizá la imagen más conocida de Toledo. En la foto se puede apreciar el ángel que con la espada custodia que todo esté en orden, y en las tejas, el aguilucho emblemático de los Reyes Católicos.


Después anduvimos hasta el Hospital de Tavera - también conocido como de Afuera, (ya que está ubicado extramuros). En su interior, hay una iglesia con fachada de mármol de Carrara, dos patios y un palacio-museo estilo florentino que incluye la parte del antiguo hospital. También se puede admirar el sepulcro del cardenal, realizada por Berruguete. Cerraba a las 17.30h, no nos dió tiempo a verlo, por lo que lo hemos dejado para mejor ocasión. Descansamos un poquito en el Paseo de Merchán - hacía bastante calor, así que una sentadita a la sombra rodeados de verde nos vino bien - y ya con energía recompuesta, nos fuimos a ver la puerta de El Cristo de la Luz.
La mezquita de El Cristo... ¡estaba en obras!, aunque se podía visitar, decidimos que no nos apetecía que nos hiriera ningún cascote suicida, por lo que que deambulamos por callecitas estrechas como ésta:

hasta llegar a la calle de los Alfileritos (llamada así porque las muchachas solteras ofrendan un alfiler a la virgen a cambio de un novio; para qué querrá la virgen tantos alfileres, me pregunto yo... y para qué querrán las solteras un novio) y fuimos a buscar la mezquita de las Tornerías (que también estaba cerrada.... si es que las fiestas hacen estragos...)

Así que nos encaminamos en un peculiar subibaja callejero hacia la iglesia de Santo Tomé, pasando de nuevo por la catedral, rodeando la casa museo del Greco y llegando hasta el Puente de San Marín,

Por desgracia, el río Tajo no está en su año más caudaloso
y la ladera está hecha un secarral.


Retornamos a la judería para entrar en la sinagoga del Tránsito (¡por fin algo abierto!). Como curiosidad, indicar que sólo se conservan tres sinagogas enteras en España, dos en Toledo - la otra es la de Santa María la Blanca - y una en Córdoba. Atravesando la sinagoga, se llega al museo sefardí.

Me impresionó el Jardín de la Memoria, el cementerio judío, donde se conservan lápidas del siglo XII, en la piedra inscrita la vida y virtudes de quien yace, las personas que lo amaron y la familia a la que perteneció. Me parece bonita la idea de dejar huella en la historia tal y como quedan en la memoria de las personas vivas que se dejan atrás al morir; perdurar tal y como los corazones perciben a los seres amados.

Era ya tarde, asi que nos dedicamos a buscar un sitito donde cenar, acabamos en una terraza donde yo degusté una sopa fría de melón y mango deliciosa y muy refrescante, además dimos buena cuenta de unas bravas y ali oli, tortilla de patata, ensalada y unas cañitas. Cenamos bien pero nos clavaron a la toledana por haber escogido el enclave más turístico, aunque la verdad es que lo disfrutamos y nos reímos bastante - eso sí, terminamos agotaditos, llamamos al teletaxi para que nos subiera al hotel y así mientras ascendíamos descubrimos una bella vista nocturna de Toledo.

Al día siguiente volvimos obligados por las (mis) responsabilidades, nos quedan asignaturas pendientes; además del interior de la catedral, del hospital y el castillo de San Servando, cuentan que hay unos historiadores que organizan paseos temáticos, diurnos y nocturnos, en los que ilustran desde las leyendas y curiosidades de la ciudad hasta otras cuestiones como la Inquisición en Toledo, la ciudad de las tres culturas o el Toledo mágico y misterioso...

Hay que volver, definitivamente.


2 comentarios:

Yandros dijo...

Llevo años queriendo visitar Toledo, asi que tu entrada me ha reavivado el interés. De este verano no pasa, gracias por esta entrada!
Un saludo

Anónimo dijo...

Menudo viaje :P